lunes, 16 de noviembre de 2009

CRUCERO A TALLÍN (cómo hacer polvo su cuerpo en dos días)



De nuevo pido perdón a mis lectores por el retraso a la hora de actualizar el blog. Como de costumbre, tengo una buena excusa.

He estado jodido.

Me he pasado la mayor parte de la semana metido en cama, con mareos, sudores fríos y delirios febriles, alimentándome casi en exclusiva de ibuprofenos y mocos amarillos. En sólo dos días he consumido más energía y más neuronas que en las dos décadas que llevo vivo. Ahora, me veo con fuerzas para encender una vela y comenzar a transcribir esta historia de pesadilla.



Entrad, jóvenes incautos, y tratad de que el horror no os vuelva locos antes de que podáis salir corriendo a llamar a vuestra mamá, JUEJUEJUEEHH…


Una vez al año, la compañía de cruceros Tallink ofrece viajes baratos para estudiantes a destinos variados del mar báltico. La semana pasada, yo y otros 1.999 bandarras más nos embarcamos en uno de estos barquitos rumbo a Tallín, capital de Estonia (Eeestonialituanialetonia, vamos. Si eres uno de los que como de costumbre no ha pillado el chiste, pincha aquí. Minuto 6:25). El plan es partir la tarde del domingo, llegar el lunes por la mañana, pasar unas horas allí y volver el martes por la mañana.

Parece poco, pero da para mucho.



He aquí el barco. Una txalupilla de nada, ahí va pues.


Para los menos de cien euros que pagamos, el barco era de superlujo. Varias plantas surtidas de todo tipo de pubs y bares, supermercado con alcohol barato (es que ahora cualquier líquido que baje de treinta euros me parece barato), restaurantes, discotecas y sala de recreativas (¿?).





Sí, todo esto rezuma clase, nos decíamos mientras caminábamos por un interminable pasillo azul hacia nuestro camarote. No podíamos esperar a ver nuestro palacete; visto lo visto, a buen seguro lo que nos estaría esperando sería una suite que te cagas, un dormitorio de maraharajá con harén incluido, una…




… UNA MIEEERDA QUE TE COMAS.



La Virgen, vaya lata de sardinas. Veinte metros cuadrados para cuatro personas; supongo que es la manera que tiene esta gente de llamarnos pobretones por coger el camarote más barato. Acabamos de entrar los cuatro y ya empiezo a marearme debido al olor a hormonas masculinas. Pero bueno, que no se diga. Tampoco vamos a pasar mucho tiempo aquí dentro, jar, jar, jar…

Como buen tragaldabas que soy, agradecí mucho el momento en el que nos metimos en el bufé libre. Dentro, pudimos abandonarnos a un pantagruélico festín de todo. Es decir, todo, todo. Cualquier plato que deseáramos estaba allí; salmón ahumado, carne asada con salsa, marisco rebozado, arroz y pasta, tarta, fruta, helado y fuentes de gominolas se presentaban junto a múltiples copas de vino tinto y blanco que parecían decir bebedme. Todo ello aderezado por el ambiente fiestero que ebullía por doquier. Bravo.



Veo ahora esta foto y no puedo creer que hayamos caído tan bajo. No, no nos bebimos todas, sobraron tres o cuatro.


La ley de Murphy siempre está presente, de modo que al llegar nos encontramos con el bufé totalmente infectado (sí, el término adecuado es “infectado”) por una horda de españoles. El colmo fue cuando me encontré con un tipo de COLINDRES (mi pueblo, 5.000 habitantes y un asno). Eso fue el inicio de una noche muy surrealista.

Puesto que esto es una guía cultural, voy a pasar por alto detalles nimios acerca de la fiesta brutal que tuvo lugar ambas noches del viaje, y de lo poco que dormimos. Si se nota mucho que esto es una excusa barata para evitar admitir que no recuerdo una mierda, recordad: sois caca.

A eso de las diez de la mañana, llegamos a destino. Vamos a visitar Tallín.



A propósito, antes de comenzar el tour me gustaría dedicar unas pocas palabras al BASTARDO HIJOPUTA del capitán, responsable de los continuos mensajes informativos emitidos por todo el barco de buena mañana a razón de uno cada media hora; convirtiendo en tarea imposible el pegar ojo. De parte de todo el pasaje del Victoria I, majo: VESTE A LA MIERDA.


RECORRIDOS POR TALLÍN

Gracias a nuestro estimado capitán, nadie logró conciliar el sueño en las pocas horas disponibles para descansar entre el cierre de las discotecas y el atraque. Por tanto, lo que salió del Victoria I a las diez de la mañana, once según hora de Tallín, fue la prueba viviente de que un cuerpo humano es capaz de cumplir sus funciones vitales y realizar tareas sencillas con el cerebro totalmente apagado.



En caso de Apocalipsis zombi, los tallineses saben muy bien que hay que destruir primero el cerebro. Lo que no sabían es que la masa de zombis que invadió su ciudad aquel día carecía de cerebro, y, por consiguiente, era invencible.


El día en que llegamos el termómetro marcaba cero grados, el viento helado soplaba a fastidiar y la nieve del día anterior aún no se había derretido del todo debido a las nubes grises que ocultaban el sol. En conjunto, el día reflejaba mi estado de ánimo a la perfección; pero el escandimemo los tiene bien puestos y se quedó hasta el final para ofreceros esta entrada.






Tallín ha sido un puerto muy importante desde la Edad Media, época durante la cual la ciudad conoció su máximo apogeo. Por esa razón nos encontramos con un casco histórico tan bien conservado; las murallas medievales son una verdadera maravilla, así como las callejuelas de los gremios y las antiguas torres de defensa. No hay edificios altos en esta zona de la ciudad, que recuerda más a un pueblecito de las montañas que a una capital de país. Es importante notar que el casco histórico de Tallín es Patrimonio de la Humanidad desde 1997 porque así lo dice la UNESCO, qué pasa.





Es importante destacar que este sitio respira mucho rollo ruso. Se puede ver en el estilo de la famosa catedral de Alexander Nefski (abajo, el edificio vistoso con cebollones encima) y en la iglesia central de San Olaf, usada como puesto de vigilancia por la KGB durante la guerra fría. El lugar sería genial para rodar una peli de espías, eso está claro.





Otra cosa que me gustaría puntualizar es la proliferación de edificios feos y carteles de negocio curiosos. Lo de los edificios feos lo reservo para la zona adyacente al puerto. Qué horror.



Con ustedes, el edificio más espantoso del mundo.


Los carteles, en cambio, molan una cabra; tan rebuscados, tan eclécticos, todos de madera o metal. Son justo el tipo de mierda que me distrae durante horas.





JAAJAJA no me digáis que este último no recuerda al “Jabalí Risueño”(pinchad a partir del minuto 6: 30).



La iglesia de San Olaf. Por lo visto pretendieron que fuera la más alta de Europa, y de hecho lo fue durante unos años. Al ver esto no dejo de pensar en lo inútil que es pretender ser el mejor, si siempre va a haber alguien que terminará superándote.




Esta es la torre de cañón más antigua del norte de Europa. La encontramos cerrada, como nos indicó este cartel “arreglado” para turistas.




Otra cosa curiosa de esta ciudad es la proliferación de tranvías. Y fijaos en qué pedazo de antenas llevan los autobuses, también eléctricos.



Esto es el pasaje de Katarina, la mejor muestra de lo encantadoras que pueden ser las calles de esta ciudad (joder, no puedo creer que yo haya redactado un pasaje tan cursi).



En conjunto, uno se encuentra más o menos lo que se espera; una ciudad media, no muy impresionante, con un entorno acogedor pero con algún detalle feo (esos contenedores de basura dentro de la muralla, por favor…). El mayor problema fue que vinimos en invierno, cansados, con nubes, frío y poco tiempo para ver nada; con sol y ganas de pasear esta ciudad debe ser una maravilla. Eso sí, se ve en muy poco tiempo. En conjunto, parece salida de un cuento navideño.

Merece la pena.

Aquella misma tarde volvimos al barco a tratar de dormir algo para prepararnos para la fiesta. Tras una repetición de la noche anterior, atracamos en Estocolmo la mañana del lunes.

Poco después cayó enferma la gran mayoría de los que fueron en ese barco, yo incluido. Según escribo estas líneas, todavía estoy sorbiéndome los mocos. Espero que el esfuerzo se agradezca.

La próxima semana iré a visitar Malmö y Copenhague. Wait for it.

Hasta pronto.



En la estación de trenes de Estocolmo nos topamos con esta revista. Apuesto a que es la razón de que ahora estemos todos muertos de asco.


[Escuchando: Al Otro Lado, de Sonora]

1 comentario:

Unknown dijo...

Nos tienes en ascuas con tu año académico. ¿Ahí se estudia algo?. Cuenta mas cosas por favor.¿ Has modificado tu opinión sobre los suecos? Besos

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