sábado, 26 de septiembre de 2009

THE ERASMUS PARTY TRILOGY (Episodio 1: preparativos y pre-party)

Por extraño que pueda parecer, los estudiantes Erasmus salen de fiesta de vez en cuando. Sí, ya sé que todos pensáis que no hacemos más que estudiar todo el día, con un par de pausas para tomar té con pastas; pero eso no es del todo cierto y es mi deber de Escandimemo ilustraros acerca de la realidad que se vive en la noche de este pueblo llamado Karlstad.

Como los suecos son organizados hasta para ir de farra, normalmente la noche se esquematiza en tres fases diferenciadas: pre-party, party y post-party (y en inglés, que queda muy escandicool). Esta trilogía pretende analizar cada uno de esos pasos, uno por uno, para que os enteréis de una vez por todas de lo que pasa todos los fines de semana por estos lares>



O al menos os enteraréis vosotros; yo no me acuerdo de nada…


Este es el primer episodio de esta historia de horror: las primeras horas de fiesta.

Aunque, primero hay que conseguir la materia prima de la fiesta.


COMPRANDO COMBUSTIBLE.

Hay una cosa muy importante que debe saber todo fiestero que llegue a Suecia; la venta de alcohol está muy, pero que muy regulada. Los supermercados de aquí no venden bebidas alcohólicas con más de 5% de gradación, lo cual significa que si vas al Konsum sólo puedes agenciarte unas cervecitas y para casa.

Si quieres empapuzarte, sólo hay un sitio al que puedes ir: el System Bolaget, único establecimiento de Suecia que admite la venta de alcohol de alta gradación. En este establecimiento sólo venden alcohol, pero es tan grande que puedes encontrar básicamente de todo: whisky, vodka, ron, cerveza, vino, una especie de sidra rara con sabor a melocotón (¡)… lo que te apetezca. Curiosamente, hay muchas marcas españolas.





Donde va, triunfa (no, aquí no la compra ni Dios).

Nótese que en Suecia el alcohol es CARO. Pero, caro de verdad. Una botella de Jack Daniels o de Johnny Walker se aproxima a los 30 euros fácilmente. El vodka no es mucho más barato. El vino es menos prohibitivo, pero también caro. Las cervezas son asequibles, pero no llegas a pillarte ni media cogorza ni tan siquiera con las más fuertes. No merece la pena.

Como soy pobre como una rata, creo que este va a ser un año muy saludable para mí.



En mi piso suelen comprar whisky de marca Jim Beam. En lo que llevamos de mes ya se han pimplado nueve botellas, y además las van alineando en la cocina como homenaje y para que haga bonito. Esto me ha dado la idea de inaugurar el “botellómetro”, en el cual a lo largo de mi estancia iré contando las botellas acumuladas. Consideramos, tras exhaustivos cálculos, que se llegará a las cien botellas a finales de año. Veremos.



HAY QUE PREPARAR EL COLCHÓN

Todos sabemos lo malo que es beber sin antes haber comido, así que lo primero que hay que hacer es reunir a unos cuantos amigos y preparar una buena cena. Como aquí todos compartimos cocina, lo normal es comer en compañía.





Y para mí también, dos jabalíes.

Esto me da la oportunidad de hacer un inciso para comentar una cosa muy curiosa de Suecia: el horario de comidas. En resumidas cuentas, esta gente se levanta a las siete para desayunar, come a las doce y cena a las seis. Como consecuencia de ello, aquí las fiestas empiezan a las 8 aproximadamente y acaban a las 2 ó 3 de la mañana (sin contar la post-party, estad al tanto a las próximas entregas).

Es una locura, sí. Pero como dijo Don Quijote: “allí donde fueres, haz lo que vieres”.



Sí, vale, pero los españoles nos hemos preparado una tortillaza de patatas. Biba la hintegrazión.


AHORA TOCA LITRAR UN POCO

Realizado ya el obligado trámite alimentario, es hora de ponernos con la pre-party propiamente dicha.

La pre-party (pre-fiesta, por si eres un garrulo sin papa de conocimientos de inglés) es básicamente un botellón en tu puta casa, dicho con lenguaje bonito. Suena de lo más cutre, pero el caso es que es una muy buena alternativa al tradicional botellón patrio por dos razones:

a) Aquí en Suecia, sobre todo por la noche, y contrariamente a lo que todos sin duda creeréis, hace un frío que hiela las pelotas.

b) En nuestras cocinas tenemos multitud de comodidades. Cada vez se hace la pre-party en una cocina distinta; y con los años cada cocina ha ido evolucionando hasta convertirse en un ecosistema exclusivo, con diferentes accesorios. Algunas tienen muchos sofás, otros tienen buen equipo de música, otros terraza con barbacoa… incluso hay una que tiene la primera Nintendo que salió al mercado, con cantidad de juegos clásicos, y puedes jugar al ritmo de Rage Against the Machine. Clase.



Y en mi cocina tenemos… Una mesa de ping-pong. Nuevecita. Es una risa jugar estando borracho. Una vez jugamos con sartenes en vez de palas y varios chupitos de whisky entre pecho y espalda. Muy enriquecedor.


Aunque por el modo en el que cuento las cosas parece que esto es algo que nos hemos montado los estudiantes internacionales, lo cierto es que la costumbre sueca es hacer la primera fase de la fiesta en un piso, con amigos, bebida y chucherías (es normal llevar chuches a una fiesta. Suecia es el país de las chucherías, gominolas y chocolatinas. Estad atentos a próximas entregas, gorditos amigos de los dulces). Yo he estado en un par de fiestas suecas, aunque tiene el obvio inconveniente de que todo Cristo habla en sueco. Para muchas cosas sí es verdad que los suecos son bastante cerrados. Al menos hay gominolas gratis.

Más o menos a las diez y media u once, es hora de ir levantando el culo para ir a la fiesta propiamente dicha. Esta fiesta puede ser en otra cocina, con más gente, o la mayoría de las veces en el pueblo, en una discoteca. Pero no voy a adelantar más información. En la próxima entrega, procederé a explicar cómo se sale de farra en Suecia.

Y sí, también hablaré, por fin, de las suecas. Ya estaba tardando.


Este es, a propósito, el momento en el que descubres que cenar en abundancia no te ha servido de nada, que estás borracho hasta las trancas, que eres un residuo humano y que tu cena se está burlando de ti dentro de tu estómago repleto de ron.



BOTELLÓMETRO: 9

[Escuchando: Wasting Away, de The Brian Jonestown Massacre]

lunes, 21 de septiembre de 2009

KULTUR NATT (aquí se escribe en sueco, señiioooraaa…)

(Atención, niños y niñas: los que sepan decirme cuántas veces se ha repetido la palabra “cultura” o “cultural” a lo largo de esta entrada recibirán un caramelo Aupa Mutila de regalo.)

El pasado viernes fue el día de la cultura de Karlstad, y yo y unos amigos de varias partes del mundo nos fuimos a dar un paseo por la ciudad para echarle un vistazo al asunto.




Pero, ¿qué coño es esta mierda? ¡Dijiste que en la siguiente entrada ibas a hablarnos de las suecas! Puto timador, vas a recibir tal chaparrón de hostias que…


En otro momento, señores. Haya paz. Estoy recopilando información al respecto, así que esténse tranquilos.

La Noche Cultural, o Kultur Natt en la lengua del lugar, es un evento anual que consiste básicamente en una serie de performances que se llevan a cabo a lo largo de todo el día, entre las que se cuentan conciertos de rock, velitas en el suelo, baños al aire libre, murales con grafittis, espectáculos de hip-hop y una pista de skate abierta a todos. No sé por qué se llama Noche Cultural si también está de día, preguntadle a los suecos.





Una de las performances consistía en unas cuantas personas alineadas pasándose entre ellas uno de esos corazones con brazos que venden en Ikea; supongo que simbolizará la paz, o el amor, o los descuentos de Ikea o vaya usted a saber.






Esto es tan, tan alegórico que me entran ganas de filosofar sobre la vida del caracol.


También había un par de chicas vestidas y pintadas de blanco correteando por allí, por motivos desconocidos. Repartían generosamente unos caramelos que sabían a madera mojada. Todo muy random, sin duda.




Debido a la crisis, Freixenet ha decidido prescindir de sus burbujitas este año, y estas han tenido que buscarse trabajos menos glamurosos.


Más tarde se hizo de noche, y ahí sí que pudimos decir que aquello era la Noche Cultural de Karlstad sin ofender al sentido común. Yo y unos compinches americanos y suecos nos fuimos a dar una vuelta (otra más) para ver cómo pintaba el cotarro. En verdad, teníamos muchísimas ganas de empaparnos de la cultura de esta ciudad, de sus costumbres y del buen hacer de estas gentes. Vamos, que esa noche no teníamos un puto duro y no podíamos entrar en la discoteca.




Hasta las estatuas se divierten con la cultura.


De noche era más o menos lo mismo, sólo que ya habían terminado el mural de los grafittis y la pista de skate había sido ocupada por unos cuantos chavalines de diez o doce años. Nos pasamos casi tres cuartos de hora viendo cómo se hostiaban contra el suelo. Jordan, mítico skater americano y vecino mío de pasillo, se pasaba el rato animando a los pobres chavales llenos de arañazos y magulladuras a que siguieran intentándolo. Puede que sea un gran tipo o puede que le guste ver hostias. A saber.

Aquí muestro en secuencia uno de los cebollazos. Todo muy épico.








Te echaremos de menos, oh, valiente entre valientes.

A eso de las doce la cosa decayó y nos volvimos a casa. La cosa, excitante, lo que se dice excitante, no fue, pero al menos era gratis. Y eso, amigos, es decir mucho en este país.

Como esta entrada me ha salido más corta de lo normal, os pongo esta tira cómica de relleno que me he encontrado por ahí. No tiene relación con la cultura, pero como en mi opinión tampoco la tenían ninguna de las cosas que he mencionado antes pues ya está bien.





[Escuchando: Horizons, de Karmacy]

sábado, 12 de septiembre de 2009

HINCANDO LOS CODOS ( aunque casi parece que siga de vacaciones, oigan)


Los Erasmus también estudian.

Aunque suene a cuento chino, en realidad es así. El caso es que, para ser considerado estudiante Erasmus, tienes que hacer un esfuerzo y estudiar e ir a clase de vez en cuando. Es el precio a pagar por estar un año entero de fiesta y jolgorio en un país exótico, supongo.

Apenas he estado tres semanas aquí, pero puedo ir adelantando cómo funciona el sistema universitario de clases sueco.


ROLLO INFORMATIVO, OS LO PODÉIS SALTAR SI QUERÉIS.

Es importante decir que la universidad de Karlstad es especial dentro de Suecia porque usa el sistema de créditos al que todos estamos acostumbrados. El año académico consta de 60 créditos, divididos en dos semestres de 30 créditos cada uno. Normalmente se espera que cojas dos cursos de 30 créditos cada uno y sólo estudies eso: yo he cogido tres diferentes para este trimestre, porque soy así de guay.





Es que me gustan muchas y pequeñitas (afortunadamente, el 90% de los lectores no pillará este chiste).


Las clases aquí se basan mucho en la conversación entre alumno y profesor. No se trata de exposiciones magistrales (en cristiano, la típica brasa del profesor viejuno del departamento de sociología); en su lugar, se trata básicamente de una charla en torno a un tema concreto en la cual pueden participar todos los presentes en el aula. Por supuesto, siempre hay un listo en la clase que acaba hablando más que el propio profesor.

La cosa se basa mucho en trabajos. Yo ya he tenido que hacer un par de ellos, y eso que acabamos de empezar. Como estudio comunicación, uno de ellos consistía en un estudio acerca de las malas prácticas de las empresas multinacionales que…





Vaya rollazo, cuenta alguna chorrada de las tuyas para que no nos durmamos.


Ahora, ahora.

El caso es que, a la hora de ir a presentar el segundo trabajo, a la chica del grupo que tenía el powerpoint se le estropeó el ordenador la mañana de la presentación (la tostada siempre cae por el lado de la mantequilla). De modo que todos los del grupo tuvimos que redactar nuestras partes de nuevo, en menos de veinte minutos.

Yo lo hice a toda prisa en un documento de Word, y para cuando acabé estaba tan quemado que, al enviarme a mí mismo el documento terminado (dos minutos para que empiece la clase) puse de título la palabra “FUUUCK” (“jodeer”, para los no iniciados), así, para desahogo y esas cosas. Se suponía que lo tendría que abrir la chica de nuestro grupo para incluir el documento en el nuevo powerpoint, pero resultó que no había tiempo y tuve que abrir ese documento DELANTE DE TODA LA CLASE. Descojono general.




Soy un chiste con patas.


PERO, ¿HACES ALGO MÁS APARTE DEL RIDÍCULO?

Claro, de hecho en la universidad de Karlstad tienes oportunidad de hacer un montón de cosas aparte de ser el bufón de la clase. Ya comenté las ventajas del restaurante, con su precio asequible y su pisto nuclear. También están las cocadas de chocolate, que son un vicio peor que el speed. Pero se me olvidó mencionar la biblioteca.

La biblioteca es la hostia. Tres pisos de libros en los que puedes encontrar prácticamente de todo. Sí, la mayoría está en sueco, pero el sitio es tan jodidamente enorme que tiene muchísimos volúmenes en inglés y unos cuantos en español. Y puedes sacar hasta quince libros durante dos meses si nadie te los reclama. También hay Internet gratis, y (esto es ya la repanocha) El País, edición nacional, con el Semanal y toda a Virgen. Yee haw.





También hay películas para todos los gustos (pena que no tengan nada de los Monty Phyton), puertos para conectar portátil, fax gratis (en realidad se paga pero en realidad nadie lo hace), servicio de imprenta automatizado y un montón de mariconaditas más. Hay hasta un sistema de fibrilado para casos de ataque cardíaco. Eso es previsión y lo demás cacasarra.




Cuando vi estas dos preciosidades supe que había entrado en el Valhalla.


También está el club de deportes; pero eso merece una mención aparte. Estad atentos a las próximas entregas de la Guía del Escandimemo.

[Escuchando: Forever Down, de Black Label Society]

miércoles, 9 de septiembre de 2009

WELCOME TO THE NIGHTMARE (deberíamos vivir en la edad de piedra, sin correos, bancos ni ninguna de esas porquerías).

De nuevo me veo obligado a pedir perdón a mis lectores por el retraso en las actualizaciones. Sé que hay unos cuantos de vosotros que desearías que la Guía del Escandimemo se actualizara más a menudo (o eso quiero creer, vamos). No obstante, en esta ocasión tengo una buena excusa. No se trata de que haya estado de fiesta (bueno, algo sí, también). No, he estado cabreado. Cabreado con el sistema sueco. Y ahora os voy a relatar por qué.

Vais a ver que la vida del Erasmus no es un camino de rosas.























El siguiente texto contiene una enorme cantidad de furia contenida. Si tienes menos de 18 años, estás embarazada y/o eres una nenaza, no sigas leyendo.


PRIMER ACTO: EL ESCANDIMEMO Y LA MALETA DE LOS COJONES.

El universo es una puta, y por lo tanto también lo son Ryanair y el servicio de correos de todos los países del mundo en general. Digo esto porque he tenido que esperar casi dos semanas para poder ir a recoger mi equipaje principal a la oficina de correos de Karlstad.

Veréis, el caso es que es más barato vender tu alma a Satanás que facturar un maletón de veinte kilos con Ryanair, de tal modo que cuando me fui tuve que conformarme con llevarme conmigo un miserable trol con cuatro camisetas y dos pantalones dentro, y el resto enviarlo por correo a Suecia. Y bueno, el tipo de la oficina de correos de mi pueblo, que no había enviado un paquete al extranjero en su puñetera vida, dijo que la maleta tardaría más o menos cinco días en llegar a su destino.

Y una mierda.

Para cuando llegó la jodida maleta yo ya me había ganado el mote de “Ese Tipo que Siempre Lleva la Misma Andrajosa y Cutre Camiseta de Andalucía” (ETSLMACCA). Pero un buen día llegó a mi buzón un aviso: ya podía recoger el equipaje en la oficina de correos más cercana. Espanté las moscas que me rodeaban y me dispuse a ir para allá.

Problema: la dirección y todas las instrucciones para llegar están en sueco.

Bueno, aquí no pasa nada, dije, esta gente es muy amable de modo que a buen seguro me dirán dónde demonios está Correos. Me dirijo a la zona donde se encuentra la oficina de marras (supongo, me imagino yo…), y una vez allí resuelvo meterme en la biblioteca para preguntar. Se supone que alguien que trabaja aquí sabe dónde están las cosas.

Bingo, la bibliotecaria me indica que lo que busco está nada menos que a medio kilómetro, dentro del supermercado Konsum. Ante mi evidente cara de WTF ella me asegura que sí, que está allí. Pues vale. Voy allá. Hay una cuesta del carajo, no pasa nada. Entro y, vaya, la oficina de mierda no está. Pregunto en una peluquería de al lado, pero son todos paquistaníes y no entienden el inglés. Pregunto a un trabajador del supermercado por Correos y me dice que está a eso de un kilómetro EN LA DIRECCIÓN OPUESTA A LA QUE YO HABÍA TOMADO.





















Hija de puta, hay que decirlo más, hija de puta más. ¡Hija de puta! Qué sonoridad, es el alfa y el omega de la vulgaridad. Cuando lo dices te quedas guay, porque hija de puta no tiene rival. Gilipollas es más coloquial, y cabronazo reconozco que no está nada mal. Pero hija de puta es especial porque es un concepto como mucho más global.

El pinche del Konsum se ofrece amablemente a llevarme hasta la calle de Correos. Qué majo. Tras una larga caminata (cuesta abajo, eso sí) llego a un edificio medio derruido en el que hay una tienda de chuches regentada por un malhumorado tendero. Tardo bastante en darme cuenta de que, en efecto, eso es la oficina de correos y el tipo es el encargado de los paquetes.

Pido mi paquete y el tipo poco menos que me lo tira a la cara. Oye, si no mojas te fastidias, pero a mí no me digas nada. Considero seriamente la posibilidad de ir a la biblioteca y estamparle la maleta a la bibliotecaria en su puta cara, pero me veo muy cansado y decido en su lugar irme a casa a beber cicuta.

Pero un momento, no empecemos a chuparnos las pollas todavía. No pasan autobuses por el lugar. Toca un cuarto de hora caminando arrastrando una maleta de, recordemos, veinte kilitos. Al llegar a casa pienso que la pesadilla se ha terminado, y me tiro a la cama rendido.

Tardo más o menos diez segundos en recordar que por la tarde tengo que abrirme una cuenta en el banco.


















Podría ser peor: podría llover.


SEGUNDO ACTO: EL ESCANDIMEMO Y LOS BANCOS DE LOS COJONES.

Quería hacerme una cuenta en un banco sueco por una razón muy simple: de este modo no me cobran comisión cada vez que saco dinero de un cajero. Es verdad que en este país casi todo se paga con tarjeta (hasta las copas en las discotecas, por increíble que parezca); pero siempre viene bien tener efectivo a mano. Además, pensé, con lo eficiente que es esta gente no puede costar mucho abrir una cuenta bancaria.

Y una M-I-E-R-D-A.

Al entrar al primer banco, pierdo estúpidamente el tiempo al no darme cuenta de que hay que pedir número para que te atiendan (sí, como en la pescadería). La máquina de pedir número está en sueco, y como hay dos colas distintas para sacar dinero y para información no tengo ni idea que de lo que hay que hacer. Una amable negrita me echa un cable. Qué maja, seguro que no es bibliotecaria.

Tras media hora de espera me atiende un tipo que se parece muchísimo a Mortadelo. Tras una breve conversación se me informa de que tengo que dirigirme a la oficina de extranjería para solicitar el número de identificación que me permite registrarme como medio-ciudadano sueco y de este modo evitar el cobro de comisiones. Sí, yo tampoco lo entiendo. Vamos allá.

Me dirijo al edificio en cuestión, situado por cierto en Atomarporsacolandia, y allí tengo que coger de nuevo un numerito de pescadería (esta vez fue un iraní el que me echó una mano, por cierto). Tras media hora más sentado me recibe un funcionario que me dice que PARA CONSEGUIR EL NÚMERO DE MIERDA TENGO QUE ESTAR MÁS DE UN AÑO VIVIENDO EN SUECIA. Tras varios intentos de dar pena me doy por vencido y asumo que he perdido el tiempo. Como la puerta es corredera no puedo dar un portazo al salir.
















Eso quisiera saber yo, qué coño es esta mierda.

Vuelvo al banco y, pasando de numeritos y hostias, me dirijo directamente a donde Mortadelo y le cuento lo sucedido. El tipo me dice que no lo entiende, que había seguido las instrucciones y que quizá debería volver a la oficina de extranjería a explicarles mi situación. Tras llegar a la conclusión de que pegarle una patada en las pelotas sería contraproducente, doy las gracias y me marcho a cagarme en mi vida.

Como soy cabezón por naturaleza, pruebo suerte en otro banco más (Swedbank, el mayor de Suecia). Otro numerito de turno. Tres cuartos de hora esperando, regados eso sí por pastas y café malos que te cagas pero gratis (muy escandicool, creo que la única cosa escandicool del día). Después, un tipo canoso y cojo destruye mis esperanzas de felicidad en la Tierra diciéndome que puedo hacerme una cuenta, pero que no sería provechoso porque seguirían cobrándome comisiones al ser yo extranjero. Así pues, vuelvo a casa a eso de las cuatro, cansado, enfadado, sin haber conseguido nada y sin haber comido aún.


















Tyler Durden tenía razón. Hay que volar todas las sedes de los bancos y volver al jodido punto cero. Al menos ahora yo sería más feliz.


NI TERCER ACTO, NI EPÍLOGO NI DIOS QUE LO FUNDÓ.

Espero que con esto quede claro el porqué de mi tardanza. Para la próxima entrada prometo hablar de cosas bonitas y de elefantes rosas; pero hoy necesitaba desahogarme. Muchas gracias a todos.















Por cierto, este es el numerito que cogí en el último banco. Suputamadre.


[Escuchando: Why can't we be friends?, de Smash Mouth]

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