miércoles, 23 de diciembre de 2009

CONCIERTAZO EN OSLO (¡la noche más senti-metal!)

Perdón por el retraso: he vuelto a España por navidades y estoy haciendo el idiota más de lo acostumbrado.

Como ya avancé la pasada entrega, hace unas semanas un amigo y yo nos fuimos a Oslo, capital de Noruega, para asistir a un concierto de varias bandas metaleras. El espectáculo completo consistía en tres bandas de apoyo más dos principales, en una gira llamada Taste of Chaos. Esta gentuza había pasado ya por Estocolmo y Gotemburgo dejando tras de sí un reguero de muerte, destrucción, tímpanos rotos y emos castrados; ahora, nos tocaba a nosotros probar su furia.

En realidad, la única razón por la que estábamos allí tiene nombre propio: In Flames. La banda principal del evento es también una de las mejores y más famosas bandas de Death Metal del mundo, y, sinceramente, era la única de la cual habíamos oído hablar. En realidad, veníamos con la mentalidad de que habría que tragarse varios grupos-morralla antes de poder disfrutar de nuestra banda favorita (al menos, la mía).

Error.



Siempre creí que moriría sin ser testigo de nada más alucinante que esta imagen, pero ahora sé que siempre me equivoco. Por fortuna.


Con vosotros, la crónica del evento.


EN LA PUTA COLA

Nuestro objetivo de la noche era abrirnos camino hasta el mismísimo frente del escenario para tratar de coger una púa de alguno de los guitarristas de In Flames y tratar de que os firmaran las banderas de Suecia que nos habíamos molestado en traer (las que usábamos para recolectar firmas de nuestros amigos en el Campus; en caso de que nos saliéramos con la nuestra, los de In Flames habrían de preguntarse quién coño sería Javier Rodríguez y por qué firma escribiendo “amarillo que te pillo”).

Para lograr eso, podíamos a) abrirnos paso a través de hordas de jevis enloquecidos y probablemente borrachos, o b) entrar los primeros. Optamos por lo segundo. Para lograrlo, no obstante, debíamos ir de los primeros en la cola, lo cual implicaba llegar varias horas antes de la apertura de puertas y permanecer esas mismas horas esperando en la calle.

Hacía cero grados. Y ni siquiera llegamos los primeros. Vamos, ni pa Dios.



En la cola. No es que ya estuviera imbuido del poder del metal, sólo era un pedo. Por cierto, ojo al tío con la gorra de Luigi.


Resulta que, si nosotros habíamos resuelto acudir al evento dos horas antes, hubo peña que fue cuatro horas antes. Es decir, cola bien gorda. Habrá que joderse, a esperar. Para cuando entramos, habíamos perdido conexión nerviosa con los dedos de los pies, y los pelillos de mi culo se habían enroscado como caracoles. Y a mi lado, un capullo en mangas de camisa al que me dieron ganas de darle una hostia, por ir provocando.



En realidad, había peña muy rara en la cola. Este borracho patán que apenas veis en la foto trató de animar a la gente haciendo de director de orquesta, tratando en vano de que todos coreáramos sus gritos de alabanza a los dioses del metal. FAIL.


Al fin, abrieron las puertas. Tras unas estrictas medidas de seguridad, se abrió ante nosotros el interior del enorme teatro Spektrum de Oslo, anfitrión de muchos eventos culturales a lo largo y ancho del mundorrl. No veíamos las gradas y aún así parecía descomunal. Nos acercamos a la multitud, situándonos en décima fila. No tardó mucho en aparecer la primera banda.

Empieza the fucking real deal.


BANDA 1: MAYLENE AND THE SONS OF DISASTER.

Estos chavales americanos fueron los que empezaron a animar el cotarro. Lamento no haberlos conocido hasta ahora, porque son francamente buenos, y dieron un magnífico espectáculo de calentamiento. Yo les bautizo como los Amables Peludos; el batería gordo con barba era el puto amo, una especie de Thor aficionado a los donuts que aporreaba los tambores como si fueran las cabezas de los Jonas Brothers.




Al final del concierto pudimos sacarle una foto al cantante, Dallas Taylor. Sé que se llama Dallas Taylor porque aparece en la Wikipedia, y si aparece en la Wikipedia Dallas Taylor debe ser un tipo importante. Dallas Taylor. Dallas Taylor. Dallas Taylor.


La peña no se entusiasmó mucho, y no entiendo por qué, dado que la calidad de estos tipos supera con mucho a la de los dos siguientes grupos que vendrían a tocar.


BANDA 2: EVERY TIME I DIE

Me alegro de que exista Google, porque sin él no me habría acordado nunca del nombre de esta banda de Nueva York. Y es que, después de disfrutar de Maylene, decidimos que era ya hora de ponerse en camino hacia la primera fila. Así pues, durante mucho tiempo llamé a esta gente El Grupo de la Primera Fila. No sé, es que había algo en el nombre del grupo que me impedía totalmente recordarlo. Tampoco es que importara mucho, porque muy buenos no es que sean.

Nuestra travesía hacia la primera fila fue larga, dura y difícil, y se llevó a cabo con honestidaz, habilidaz y algo de mala leche. Recuerdo con especial frustración a un grupo de amigos noruegos (amigos entre ellos, nuestros os aseguro que no) dispuestos en forma de barrera, de tal manera que cada vez que intentábamos pasar rodeándolos aparecía otro amigo cabrón y le pasaba el brazo por el hombro a su colega, ampliando la longitud de la barrera. Y esto jode especialmente al darte cuenta de que Noruega es el país con mayor media de estatura de toda la maldita Unión Europea. Vamos, que no veíamos un cojón.

Tras apartar a codazos a la mayoría de jevis que se interponían entre nosotros y nuestra noble misión, hubimos de medir nuestras fuerzas contra el jefe de final de fase: un gordo que, aferrado a la barrera delantera, no paraba de sacudirse y bramar como un loco, cual Moby Dick cubierta de arpones en un mar de metaleros rugientes. Tras ímprobos esfuerzos, nuestras manos lograron hacerse un hueco entre las defensas de la bestia y aferrar el agradablemente frío metal de la barrera.

Para cuando Como Se Llamen terminaron de tocar, ya éramos dueños de un puesto en la primerísima fila.

Después, el horror.


BANDA 3: DEAD BY APRIL

Después de un descansito y de que los seguratas se molestaran en repartir agua fresca entre los deshidratados componentes de la primera fila, una marea humana se lanzó contra el escenario. Lo sé porque de pronto nos vimos aplastados contra la barrera de metal por lo que parecía un camión blindado a cien por hora. La razón de semejante revolución fue que le tocó el turno al primer grupo escandinavo de la noche: Dead by April, unos tipos de Gotemburgo que tocan pop metal.

La madre que los parió a todos.




Bauticé inmediatamente a este grupo como los Bujarras Guais. La razón; van de guais y parecen (a mi juicio) salidos de la Chueca más járcor. No sé por qué, pero había algo en ellos que me resultaba totalmente repulsivo, eughs (no porque los homochechuales me resulten repulsivos, ojo. A ver si va a haber un lector gay entre los pocos que tengo y por la tontería lo voy a perder)… esos ropajes de cuero ajustado, esos pinchos, esos cuerpos depilados y musculados de gimnasio… Que esto es metal, me cago en el Cáliz. Vale que me mola Avenged Sevenfold, pero es que en determinado momento del concierto el cantante principal vio oportuno pasarse la toalla que había previamente usado para limpiarse el sudor por el forro de los cojones (literalmente) y después arrojarla al público. Lo triste es que la gente se peleaba por ella. Odio a la raza humana.




Pero no todo fue malo; dio la casualidad de que a mi espalda se había situado la fan más fiel y más buenorra de estos pringados. Esta chiquilla tan entusiasta se pasó mucho tiempo gritando emocionada mientras pasaba su brazo en torno a mi cintura para agarrarse a la barrera y apretaba su cuerpo contra mi espalda. Mucho. Y detrás, el novio. Juo, juo, juo.

Cuando los Bujarras Guais acabaron de tocar las pelotas, les tocó el turno al plato fuerte.


BANDA 4: KILLSWITCH ENGAGE

Esto ya es otra cosa.

Todo el mundo conocía el nombre de estos americanos, dado que venía en el cartel de la gira (el resto eran “bandas de apoyo”). Yo no les conocía de antes.

Menudo espectáculo.





Esta gente es la única muestra de seres humanos que pueden presentarse ataviados con cutre-camisetas-traje y parecer badasses. El cantante principal era un pedazo de nigger con vozarrón de dios vikingo que daba un espectáculo igual de alucinante que el que daban sus compañeros. Se notaba que este grupo era de los conocidos, porque la gente se revolucionó cosa mala. La presión contra la barrera me machacaba el esternón, pero me daba igual, porque el poder del metal fluía por mis venas. No debió ser así con los muchos desmayados que hubo a lo largo del concierto (el nigger ayudó a subir a uno de ellos y todo. Qué majo).

Esto fue espectáculo con mayúsculas, metal en estado puro y un chute de adrenalina de mil pares de cojones.

Luego, vino In Flames.


BANDA 5: IN FLAMES

Veréis, yo aspiro a ser escritor. Uno de los objetivos de este blog es pulir mi técnica a la hora de describir ambientes y estados de ánimo mediante palabras. La idea es que, si puedo describir con exactitud mis impresiones de Escandinavia, puedo describir cualquier cosa que se me ocurra.




Pues bien. Llevo dos horas intentando describir el acojonante ambiente que se creó en el Spektrum de Oslo cuando In Flames empezó a tocar, y sigo sin poder hacerles justicia. No soy capaz de describir el espectáculo, el entusiasmo de seguidores y músicos por igual, ni el dolor de pecho por el aplastamiento. Así que dejo de lado todas mis aspiraciones de futuro. Después de esta entrada, me voy a hacer el harakiri.



Si sirve de algo, mirad mi cara. Es muy descriptiva.

Nuestros esfuerzos por llegar a la primera fila se vieron recompensados cuando los chicos reconocieron nuestras banderas y nos hicieron repetidas muestras de colegueo. Estoy seguro de que fue gracias a nuestro afán metalero y a nuestras banderas que nos arrojaron un par de púas; una de ellas fue a parar por error a un noruego con los brazos muy largos. La otra… la cogió mi colega. En fin.

De todos modos, dos tías cachondísimas se nos pusieron justo detrás, una en la espada de cada uno. Se intentó pero no hubo suerte. Quizá nuestro poder del metal era intimidante.


DESPUÉS DEL CONCIERTO

Tras cinco horas de cabeceo y brutalidad, terminó la movida. Tras esperar infructuosamente un rato a la salida a los de In Flames, en un último intento bastante lamentable de que nos firmasen la bandera, nos volvimos al catre del albergue de Oslo.

Necesitábamos descansar, puesto que al día siguiente teníamos visita obligada a la ciudad. Próximamente, en la Guía del Escandimemo.

Que paséis unas brutales navidades.

[Escuchando (ránking de mejor a peor banda): Moonshield, de In Flames; Break The Silence, de Killswitch Engage; Though As John Jacobs, de Maylene and the Sons of Disaster; Pigs Is Pigs, de Every Time I Die; Losing You, de Dead by April]

miércoles, 16 de diciembre de 2009

ACERCA DE CHRISTIANIA (y de la ilvstre historia de aqveste hermoso pveblo y gloriosa nacion)


En la pasada entrada en la cual relataba mi viaje a Copenhague, mencioné uno de los lugares más pintorescos en los que he estado jamás: Christiania, la Ciudad Libre (sí, se llama así). En aquella ocasión, mencioné de pasada el ambiente reinante en el lugar y la sensación que a uno le invade al pasear por esas calles (o quizá no, dada mi afición a soltar chistes de mierda en vez de ofrecer descripciones detalladas). Pero resulta que Christiania es bastante interesante, demasiado como para sólo mencionarla de pasada. Por eso, en esta entrega pienso ofrecer una detallada descripción de todo lo que rodea a este barrio de Copenhague; su historia, sus costumbres y su importancia en relación a Dinamarca.

Para que luego no se diga que no pongo en situación a mis lectores, ahí va: Christiania es un barrio parcialmente autogobernado de unos 850 residentes, que cubre un área de 34 hectáreas en el barrio de Christianshavn, en la capital de Dinamarca, Copenhague. Christiania se estableció con un estatus semilegal de comunidad independiente. Esta descripción la he cogido directamente de la Wikipedia con la ayuda de mis buenos amigos Ctrl¬+C y Ctrl+V. Para que veáis lo que me importa poner en situación a la gente.

Procedamos con la guía de Christiania.



En este artículo, un colectivo que podríamos calificar como “al margen de la sociedad” va a ser usado a modo de bufón por un bloguero con demasiado tiempo libre. Por supuesto, a nadie le importa, ya que todo el mundo sabe que los “al margen de la sociedad” son muy divertidos. Si no, mirad a este tipo.


LA FUNDACIÓN DE CHRISTIANIA

Christiania está situada en lo que en su día fue una base militar. Cuando los de las metralletas se largaron de la zona en 1971, una buena parte de los vecinos del barrio (gent, digamos, no precisamente de clase alta) echaron abajo las verjas que impedían el acceso al recinto para tener un lugar en el que los niños pudieran jugar. En el lado defensor sólo debía de haber un puñado de guardias de seguridad. Me los imagino observando con ojos como platos el asalto a una muralla más absurdo de toda la historia de la humanidad.



Esta es la bandera de Christiania. Si la bandera de Japón es un puntazo, esta son tres, juo, juo, juo. Se supone que los puntitos representan las tres íes del nombre de la nación; o la libertad, igualdad y fraternidad; o a la Santísima Trinidad; o al Bueno, al Feo y al Malo; o a los bichos que elegías al principio de los juegos de Pokémon; o a los Tres Tenores; o a estos puntos suspensivos…


Hay controversia acerca de si esta acción fue una protesta contra el gobierno danés; pero eso a nadie le importa, y menos a los cristianitas, de modo que lo más seguro es que no se sepa jamás la verdad. Espero que podáis dormir tranquilos de todos modos.

En septiembre de ese mismo año, Christiania fue oficialmente proclamada por un periodista underground llamado Robert Jasper Grootveld. El tío se recreó escribiendo un artículo en el que ensalzaba la nobleza del espíritu de los sin casa que habían ocupado el recinto, alabando su “corazón pionero” y sus “ansias de paz”. Se dice que, para lograr escribir tan empalagosa obra literaria, Jasper tuvo que tragarse tres polvorones castellanos a la vez. A los porretas residentes en la zona les importó un carajo, pero podemos decir que este individuo es el fundador de Christiania, así como su figura histórica más importante. Ya sabéis; está Alejandro Magno, está Carlos V, está Abraham Lincoln, y luego está R. J. Grootveld.



Soy Jasper, líder de los cristianitas. ¡Preparaos para el combate! ¡Defended el castillo cristianita! GROOAAAAARGGGG.


LEYES DE CHRISTIANIA

Las normas imperantes en el recinto de Christiania son pocas y simples, y están pactadas por la comunidad en no sé qué consejo de sabios, en plan Astérix y Obélix. Son las siguientes:


• No se admiten armas de fuego.
• Se prohíbe el uso de la violencia.
• Se prohíbe el uso de drogas duras, como cocaína y similares.
• Se prohíbe el uso de vehículos a motor.
• No se admite el uso de chalecos antibalas.
• No se pueden exhibir insignias de motero.
• Nadie puede abandonar su hogar por un período superior a seis meses (¿¿??).
• El derecho de uso es más importante que el derecho a la propiedad (¿¿¿¿????).



Es regla no escrita que los “servicios públicos” son de uso común, incluyendo la recogida de basura, el correo (los carteros de Copenhague tienen miedo de entrar aquí), la panadería y el servicio. Mirad la puerta de los baños públicos. EL TOILETO = EPIC WIN.


Al que logre explicarme por qué coño no se admiten explícitamente los chalecos antibalas (de lo cual deduzco que sí puedo entrar con yelmo, armadura de placas y escudo) le doy una piruleta. El resto de absurdas leyes se explican echando un vistazo a los acontecimientos más importantes de esta gloriosa nación.


EL TEMA DE LAS DROGAS

He dicho que en Christiania no se admiten las drogas duras, pero eso no impide que el comercio de cannabis y otras drogas blandas prolifere como los champiñones en un país en el que no está permitido su consumo ni venta. Cuando estuve en Christiania, pude ver puestos de cannabis con chinas enormes a plena luz del día, en la calle principal, como quien vende melocotones. La demanda es fuerte y constante; es posible que la razón de que el ayuntamiento de Copenhague no prohíba tajantemente este comercio sea para no extender el mercado negro al resto de la ciudad.

De hecho, ha habido precedente de esto, cuando la policía intervino para quitar los puestos de droga. Por supuesto, los comerciantes volvieron a las andadas enseguida; para más recochineo, los puestos están cubiertos con toldos para que no se les vea por el Google Earth.

Al principio, las drogas duras estaban aceptadas en Christiania. No obstante, empezó a palmar tanta gente de sobredosis que los cristianitas pidieron ayuda a las autoridades. Le dijeron a la policía que les dejaban actuar dentro del recinto siempre y cuando sólo actuaran contra las drogas duras y dejaran las drogas blandas en paz.



Si escribes “gilipollas” en Google Imágenes, te sale esta foto. Debería salir la de los cristianitas que le dijeron eso a la policía.


Por supuesto, la policía arrambló con todo lo que encontró (que fue mucho). Desde entonces los cristianitas desconfían de los maderos, y resolvieron acabar con las drogas duras a base de patrullas ciudadanas y más movidas que sabe Tutatis qué tienen de cierto y qué de falso, porque en Internet me he encontrado con muchas cosas raras.

El episodio más divertido, sin duda, es la invasión de los moteros.


EL ATAQUE DE BULLSHIT (¡CHA-CHA-CHÁAAANN!)

En 1984, se asentó en Christiania una banda local de moteros llamada Bullshit (que significa literalmente “mierda de toro”; normalmente se usa para decir “qué tontería” o “gilipolleces”. Para que veáis el nivel). Dicha banda de anormales tomó no se sabe cómo el control de gran parte del comercio de droga en la zona (lo siento, ya no me sale llamarlo “nación”).

No sé por qué movidas, a los cristianitas no les gustaban los moteros, y esta tensión se reflejó en sucesivos enfrentamientos, violencia y sabotajes. La cosa llegó a límites absurdos cuando la policía encontró un cadáver cortado en pedazos enterrado en el sótano de una casa.



Venga, que la gente se aburre sin una buena dosis de gore.



Yo soy ese tío, voy al cielo, me preguntan, y me daría palo decir que he sido asesinado por Bullshit. En fin, el caso es que tras este sangriento e hilarante episodio, la gente dijo hasta aquí hemos llegado y Bullshit se fue a comer shit por un tubo. THE END.


BONUS TRACK: EL CONTADOR DE PATRULLAS Y LA TIENDA DE BICI-CARROS.

Con lo que acabo de contar, supongo que ya ha quedado más que claro que Christiania no es el sitio más popular entre los mandamases de Dinamarca; pero el caso es que nadie se atreve a quitarlo del todo, sencillamente porque está ya tan arraigado, contiene un mercado de cannabis tan grande y atrae tantos turistas que hacerlo sería contraproducente. Además, si echaran a los cristianitas de su esperpéntico hogar, los del ayuntamiento de Copenhague serían tildados de carcas y terroristas del buen rollo, y eso sí que no.

De todos modos, Christiania sigue estando en el debate político (sobre todo desde que en 2009 un tipo lanzara una granada de mano en un bar cristianita. Claro, como las leyes no dicen nada de bombas…), y quién sabe cuánto aguantará ahí el chiringuito. Mientras tanto, la poli sigue realizando patrullas esporádicas por la zona para disgusto de los lugareños. Ya mencioné en la pasada entrada que hay un bar que asegura haber recibido más de 6000 registros policiales desde 2004: en realidad se refería al número de patrullas que habían pasado por todo el recinto. Si es que se os ve la cadena con la bola, fantasmas.

Pese a todo, no sólo de turistas y drogas vive el cristianita. En Copenhague es fácil ver los llamados bici-carros, que son bicicletas con remolque delantero que se fabrican en Christiania y se venden bastante bien. Yo quiero una. La compraré después de adquirir un reloj-mezquita, una bola que predice el futuro y una cartera de Bad Motherfucker.



Christiania Bikes: feel like a motherfuckin’ PIRATE!(este es el cartel-anuncio de la página web)


En definitiva, Christiania es un sitio muy majo que merece mucho la pena visitar. Si no os ha convencido este artículo, al menos tratad de adquirir un bici-carro, antes de que Aupa Mutila Corp. se haga con la compañía y los precios se cuadrupliquen.



En la próxima entrada, el Escandimemo se juega el pellejo durante su asistencia a un masivo y brutal concierto de Death Metal en Oslo. ¡No os lo perdáis!


[Escuchando: Fine Again, de Seether]

miércoles, 9 de diciembre de 2009

El escandimemo te necesita



¿Quieres poner en un aprieto al escandimemo? En el siguiente vídeo te explicamos qué tienes que hacer para tener en cuenta tus ideas.
Las cinco mejores propuestas serán sometidas a votación popular y al escandimemo no le quedará más remedio que cumplir el reto*.


*El reto se llevará a cabo en la tercera entrega en vídeo de La Guía del Escandimemo.

lunes, 30 de noviembre de 2009

VIAJE AL ESTRECHO DE ÖRESUND 2 (¡Me cago en la Sirenita de Copenhague!)


Aquí está, como prometí, la segunda parte de nuestro viaje al extremo sur de Suecia. Después de pasar la noche derrapando en una discoteca de Malmö (mal aprovechando uno de los pocos sitios de Suecia que cierra los locales nocturnos más tarde de las dos de la mañana) y de dormir cinco horas escasas, mis secuaces y yo nos encaminamos a la estación de tren para coger un ídem que nos llevara a nuestro siguiente destino: Copenhague, capital de Dinamarca.

Como ya expliqué en la anterior entrada, desde el año 2000 es posible llegar hasta Suecia desde Dinamarca (y por tanto desde la Europa continental) cruzando el enorme Puente de Öresund, que comunica ambos países. Esta mole de metal, construida por cierto en gran parte a partir de material procedente de Cádiz, es una obra de ingeniería de mil pares de cojones que sustenta una autopista bien ancha y un tramo de vías férreas bastante respetable. Desde la puesta en funcionamiento de este pequeñín, ya no es necesario usar un caro e incómodo transbordador marítimo para llegar a Escandinavia.

Inciso mitológico: cuenta la leyenda que la diosa Gefión (que por cierto tiene una estatua junto a la Sirenita de Copenhague) partió en dos la tierra entre la isla danesa de Selania (donde está Copenhague, vamos) y la zona sueca de Escania. Para ello, se ve que la buena mujer convirtió a sus propios hijos en bueyes para abrir el surco de marras. Lo cual me lleva a pensar: hay que joderse con los humanos y su manía de cargarse sistemáticamente toda la obra de los dioses, leñe. La pobre Gefión abre una zanja que te cagas usando a sus propios hijos de mulas y nosotros construimos un puente; Dios dice que la mujer ha de parir con dolor y nosotros inventamos la epidural…



Dios también dijo que el hombre habría de ganarse el sustento con el sudor de su frente, y… y bueno, uh… Vamos a dejarlo, anda.


UNA NOTA ANTES DE EMPEZAR EL RELATO

Me gustaría aclarar algo antes de comenzar a contaros mis peripecias por Copenhague. Todo el mundo conoce la estatua de La Sirenita, ¿verdad? Icono de la ciudad, visita obligada. Bien. Pues no la he visto. Ni nos acercamos a ella. ¿Por qué? Pues porque la puta estatua está en la otra punta de la ciudad. El señor Carlsberg de Cervezas Carlsberg (no todo el mundo sabe que fue él el que donó la estatua a Copenhague) parece que disfrutó situando la mierda de sirenita lo más lejos posible de la estación de trenes. Y bueno, cansados como estábamos y lloviendo lo que llovía, pues no apeteció nada patearse todo el camino hasta donde está la figurita.

Y ya está. Esa es toda la historia. Dicho esto, sólo he de precisar, como apunte final, que ME MEO EN LA PUTA CARA DE LA SIRENITA. Hale.



Es una pena, porque mi plan consistía en, cuando llegásemos al lugar donde está la estatua de las narices, ponerme a cantar la canción esa del cangrejo Sebastián de “Bahoelmaaahhr” y grabarlo en vídeo. Si es que las mejores pelis de Disney eran las que tenían doblaje sudaca: “¡alguien tiene que atal-le a esa niña lah aletah al pissoooh!”


EL CORAZÓN DE COPENHAGUE





Como sólo estuvimos un día en Copenhague, no puedo hacer más que tratar de describir mis primeras impresiones acerca de la ciudad y el ambiente que en ella se respira.

Al igual que Malmö, así como que muchas ciudades escandinavas, Copenhague destaca por su moderno cosmopolitismo y su ambiente de ciudad avanzada y dinámica; lo cual no entra nunca en conflicto con su perfectamente conservado patrimonio histórico. Obviamente, el hecho de ser una capital de país hace que en Copenhague todo sea más grande e importante que en Malmö; eso es lo primero que siente uno al poner un pie en la descomunal plaza mayor. En este lugar, las estatuas y edificios de hace varios siglos, incluyendo la del fundador de la ciudad, el obispo Absalón, se codean con los luminosos carteles publicitarios y marcas registradas que adornan los edificios circundantes.






Esto es la plaza mayor, de día y de noche. Es mucho, mucho más grande de lo que parece aquí. Atentos al edificio repleto de marcas comerciales y adornado por un termómetro gigante.


El corazón de la ciudad está compuesto por cinco calles peatonales denominadas Stroget, así como por los paseos que las rodean. Esta zona, muy agradable y fácil de recorrer a pie, está plagada de tiendas de diseño, moda y souvenirs, restaurantes de todo tipo y gran variedad de establecimientos interesantes; todo ello aderezado con varios monumentos históricos, plazas y museos aquí y allá.





Todo este ambiente, animado incluso en un domingo lluvioso como el que nos tocó a nosotros, convierte a Copenhague en una ciudad muy divertida, con un gran repertorio de cosas que hacer si uno está aburrido. Al igual que pasaba con Malmö, creo que esta es una ciudad ideal para pasar una buena temporada, curioseando entre toda la oferta de ocio disponible. Eso sí, es cara, aunque no mucho más que Madrid.



Aquí, el edificio de Bolsa más antiguo del mundo. Fijaos en el capitel central, hecho a partir de cuatro dragones de metal que enroscan sus colas. No podíais hacerlo fácil, no; tenían que ser dragones.


Más allá de las Stroget encontramos el Nyhavn o Puerto Nuevo, un canal artificial de hace 300 años que se introduce en la ciudad desde el mar. Hasta hace treinta años o así era un puesto de contratación de marineros, pero hoy es un colorido paseo rebosante de restaurantes, puestos de venta, casas pintorescas y barcos antiguos.





Era impresionante la cantidad de gente que había paseando por allí a pesar de la lluvia y el frío. Se respira un ambiente dieciochesco muy majo. Una de las zonas más destacables de la ciudad, sobre todo si tienes pasta en vez de ser un pobretón como yo.



Aquí fue donde vivió Hans Christian Andersen, escritor de La Sirenita, El Soldadito de Plomo y muchos cuentos más. Por si no lo sabíais, hijnorantes.


CHRISTIANSHAVN; CHRISTIANIA, EL PAÍS DE OCHOCIENTAS PERSONAS

Cruzando un puente hacia el este se pasa al barrio de Christianshavn, antiguo barrio obrero y artesano y baluarte frente ataques desde el mar (no impidió que el almirante Nelson follara brutalmente el culo de la ciudad durante las guerras napoleónicas). Actualmente es un simple barrio residencial, con ambiente tranquilo y muy definitorio de la Copenhague más “normal”.



Esta es la Vor Freslers Kirke, o Iglesia del Salvador. Esa escalera de caracol puesta por fuera tiene historia; por lo visto, cuando el arquitecto que la construía llegó arriba, miró hacia abajo y se dio cuenta de que la había cagado, se lanzó al vacío. Eso le llega a pasar a Calatrava y seguro que se querella contra el ayuntamiento de Copenhague. Por lo menos.


Christianshavn esconde una de las zonas más interesantes en las que he estado jamás, y que poca gente conoce: el barrio-comuna independiente de Christiania. Resulta muy difícil de creer que algo como esto exista de verdad si no lo ves con tus propios ojos, y por la misma razón resulta muy difícil explicar detalladamente qué coño es Christiania; y es totalmente imposible describir la sensación que te embarga al pasear por sus calles si no has estado allí.

Christiania es, abreviando mucho, una comuna anarquista-hippy-comunista-vaya usted a saber qué más formada por unas ochocientas personas que no se sienten ni daneses ni europeos. Se sustenta en una serie de leyes pactadas por la comunidad, que incluyen normas tan absurdas como la prohibición de exhibir insignias de motero o de llevar chaleco antibalas. Cada edificio es una mezcla de ruina, decorado de película de Kubrick y obra de arte moderno, todos ellos cubiertos de grafittis (algunos realmente acojonantes) y rodeados de decoración totalmente random; hay pagodas chinas al lado de tótems maoríes coronados por la bandera del Tíbet, todo ello aderezado por varios bancos multicolores, pósteres reivindicativos y anuncios de conciertos underground. También hay puestos callejeros que venden piedras de hachís del tamaño de mi puño. Uno de los bares a los que entramos se enorgullecía de ser “el bar más seguro del mundo”. La razón: el establecimiento había pasado más de seis mil registros policiales desde el año 2004. Hablamos de casi tres registros al día.




Esta es la señal de entrada a Christiania. Como veis, en el reverso hay un letrero que pone: “ahora está usted entrando en la Unión Europea”. Cágate lorito.


Insisto, es MUY difícil describir el ambiente de Christiania; hay que verlo. Podría decir que es un perfecto ejemplo de caos organizado, como si alguien hubiera reunido un enorme montón de basura ridícula, la hubiera lanzado por los aires y ésta hubiera caído al suelo disponiéndose del modo más armonioso y bello posible.




Las fotografías no hacen justicia a este sitio, aunque tampoco importa porque otra de las normas de Christiania es que no se puede usar cámara de fotos. Todo el recinto está lleno de enormes carteles y grafittis que avisan de ello. Justo después de sacar la foto de arriba, una mujer montada en un bici-carro me gritó que guardara la cámara. Para los curiosos, esa cosa en la que estoy montado en la imagen inferior es un bici-carro; Copenhague en general y Christiania en particular está lleno de estos armatostes. Por supuesto, algún día tendré uno para mí. Algún día.



La historia de Christiania es tan apasionantemente estúpida y divertida que merece su propia entrada, de próxima aparición. De momento, prosigamos nuestro viaje por Copenhague.


EL TÍVOLI





Para cuando nos quisimos dar cuenta, ya era de noche; en su día ya hablé de lo pronto que se pone el sol en este sitio tan agradablemente helado de cojones, y aunque Öresund esté al sur esta regla no desaparece. Así pues, para cuando hubimos comido algo y descansado un poco, la luz se terminó y nos dejamos media ciudad sin ver (exacto, incluida la motherfuckin’ Sirenita) y dimos media vuelta para encaminarnos a la estación de tren. Pensábamos que la lluvia no nos iba a dejar hacer nada más.

Error.

Junto a la estación central de Copenhague se encuentra una de las principales atracciones de la ciudad: el parque de atracciones del Tívoli. Este sitio lleva abierto desde mediados del siglo XIX y es algo más que un parque de atracciones convencional; dispone de teatro, actores callejeros, restaurantes de lujo, y suele ser lugar de celebración de diversas actividades a lo largo del día, como desfiles y espectáculos pirotécnicos, así como de conciertos de jazz y rock.








Decir que la ambientación del lugar es fabulosa es decir poco; no en vano se paga dinero sólo por entrar a pasear, pues en un recinto relativamente pequeño caben varios castillos de cuento, una pagoda china con barrio oriental circundante, un lago interior y muchas más cosas salidas de un cuento de hadas. Por la noche, que fue cuando nosotros entramos, el sitio es aún mejor; todo se ilumina con millares de luces de colores, y en el lago se llevan a cabo espectáculos de luces láser únicos en Escandinavia (o eso ponía en el cartelito, vamos).



Esta es la estatua de George Carstensen, el arquitecto danés que persuadió al rey Christian VIII de la necesidad de construir un parque de atracciones, argumentando que “cuando la gente está entretenida, se olvida de la política”. Recientes estudios relacionan el árbol familiar de los Carstensen con la familia española de apellidos Rodríguez Zapatero.


En fin, lo gracioso del asunto es que aquella noche tuvimos una suerte del copón. Al entrar, decidimos que un día era un día y que íbamos a gastarnos cuarenta napos por cabeza en unos tickets de entrada que nos permitirían subir a cualquier atracción del parque tantas veces como quisiéramos hasta que nos aburriéramos. Bien, pues la lluvia que tanto nos había molestado todo el día fue la responsable de que el parque estuviera casi vacío; por tanto, aquella noche disfrutamos del sueño de cualquier niño: tener un parque de atracciones para ti solo. Realmente nos sentimos como mocosos de siete años de nuevo.

El Tívoli cuenta con un montón de atracciones, la mayoría convencionales y otras bastante curiosas. Mención especial a una especie del tren de la bruja que va mostrando escenas de los cuentos de Hans Christian Andersen a base de muñecos que se mueven y que, sin pretenderlo, acojonan bastante. Recordaba un huevo a esto.

Entre la montaña rusa que te pone boca abajo, la estampida, las sillitas voladoras y la caída libre, en las cuales por cierto nos subimos varias veces, estuvimos a punto de sacar a pasear el bufé libre que nos metimos entre pecho y espalda para comer aquel día. El colmo fue una atracción en forma de avión que da vueltas a gran altura, y que te pone boca abajo a una velocidad equivalente a 5G (los aviones normales van a 10G).



Representación figurativa.


Tras tres horas de hacer el burro por el Tívoli, decidimos por unanimidad que ya habíamos tenido suficiente de Copenhague y cogimos el tren de vuelta a Malmö. Así terminan nuestros viajes por el sur de Escandinavia: pero no os preocupéis, pues el día 13 de diciembre me voy a Oslo a disfrutar de un concierto de In Flames; tendréis oportunidad de conocer un poco la ciudad desde mi particular punto de vista. Hasta entonces, no cambien de canal.

Hej dä.


[Escuchando: Middle Man, de Jack Johnson]

miércoles, 25 de noviembre de 2009

VIAJE AL ESTRECHO DE ÖRESUND (Malmö, o cómo mezclar lo clásico con lo moderno y no parecer un idiota)


Esto se va pareciendo más a una guía de viajes, amigos. Apenas recuperado del agotador crucero a Tallín que ya relaté en la última entrada, El Escandimemo se dispone a contar sus peripecias por el sur de Escandinavia. Que conste que esto no lo hago para mi propio beneficio, sino que me estoy sacrificando para que podáis disfrutar de estas tierras sin moveros de casa. En Aupa Mutila somos así de enrollados. Podéis pagar por transferencia bancaria, no os preocupéis.

El fin de semana pasado yo y unos cuantos secuaces hicimos las maletas de nuevo para embarcarnos en otro viaje memorable. Esta vez toca irnos al sur; concretamente, a la zona del estrecho de Öresund, brazo de mar que separa los países de Suecia y Dinamarca. Las experiencias que vivimos en esos tres días fueron tan intensas y variadas que se recogen en dos entradas diferenciadas. Empezamos por la ciudad costera de Malmö.



Para vuestra información, Malmö es la ciudad natal de Zlatan Ibrahimovic. Ya os empieza a sonar, ¿eh, cabroncetes? Vamos allá.


DATOS QUE A LO MEJOR OS IMPORTAN Y A LO MEJOR NO.

Con 250.000 habitantes, Malmö es la tercera ciudad más grande de Suecia, sólo superada por Estocolmo y Gotemburgo. La mayoría de la gente suele desdeñar esta ciudad a favor de destinos más atrayentes dentro del país; mal hecho, porque Malmö es un magnífico ejemplo de lo que representa la Suecia actual. Un ejemplo de un contraste bello y equilibrado entre lo antiguo y lo moderno.





Malmö es una ciudad popular entre los suecos como lugar de veraneo, puesto que su playa es uno de los pocos lugares cálidos en los que darse un chapuzón en este país tan jodidamente helado. Es también un puerto comercial importante desde hace muchos años, y debido a esta conexión marítima con el exterior la ciudad recibe muchos visitantes de fuera (o sea, está llena de pulgosos turistas. Nosotros incluidos).



Una noria justo delante del ayuntamiento. Si eso no es escandicool, que baje Tutatis y lo vea.


Malmö es también importante por ser la primera ciudad “ecológica” de Suecia. Parece una cursilada pero es oficial: desde 2006 es la primera Fairtrade City (comercio justo) del país, lo cual representa un reconocimiento a su labor en lo concerniente a la ayuda al desarrollo de los países más pobres. Los barrios de los muelles occidentales funcionan en gran parte con energías renovables y los autobuses urbanos se mueven mediante gas natural. La costumbre sueca de cuidar el entorno tiene su máxima expresión en la ciudad de Malmö.



En los canales de Malmö, como en la mayoría de ciudades suecas, uno puede bañarse y practicar piragüismo cuando quiera. Si alguien tratara de darse un chapuzón en la ría de Bilbao fijo que saldría con dos cabezas y varias extremidades adicionales.


En la actualidad, Malmö destaca por su fuerte inversión en educación modernizada, y se está convirtiendo cada vez más en una ciudad universitaria. Es también anfitriona de muchos eventos musicales, conciertos y representaciones teatrales; así como de varios eventos deportivos a nivel internacional. No tuve tiempo de apreciar estos aspectos, de modo que no voy a extenderme demasiado.

De hecho, creo que ya me he explayado bastante en lo referente a los datos de la ciudad. Es hora de que os relate mis peripecias.


CAMINATA HACIA EL TURNING TORSO


Antes de hacer nada, nos fuimos a comer a un McDonald’s (yo creo que el Burger King es claramente superior, por supuesto, pero es que esta gente no tiene ni idea de lo que es bueno).



Fijaos qué ordenados son en Suecia, que hasta le ponen nombre a la calle de las hamburguesas.


Al poco de llegar a la ciudad y tras familiarizarnos con la plaza central y los alrededores, mis acompañantes y yo decidimos proseguir la visita encaminándonos a uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad: el Turning Torso (torso giratorio), obra de Santiago Calatrava. Que conste que a mí este tío se me atraviesa bastante; sus edificios son monos, pero con la funcionalidad en el culo. El Calatrava debe tenerle fobia a las fugas de agua o algo. Y bueno, que se lo tiene muy creído, hombre. Ya está, ya lo he dicho.

Resulta que esta retorcida (en más de un sentido) obra arquitectónica se encuentra en el puerto oeste, a más de un kilómetro de la plaza central. Nuestra caminata nos llevó por una zona industrial francamente fea, vamos, como todas las zonas industriales. Eso sí, a medio camino nos encontramos con una muestra de la cultura de la ciudad: un museo gratuito de cosas raras.



Sí, esto es la entrada. El glamour, oh, el glamour.


Por Crom, vaya sitio más absurdo. Por doquier encontrábamos escaleras de cuerda de colorines colgadas del techo, esculturas de madera pintarrajeada, proyectores de películas de serie B en blanco y negro y una especie de caja dentro de la cual había muchas de esas bolitas de colores que rebotan muy alto cuando las tiras al suelo. Sí, de esas que te acababa quitando tu madre porque no dejabas de hacer ruido al botarla incesantemente contra el parqué. Ni que decir tiene que robamos varias.





El milenarim-mo va a llegaaarhh…


Tras perder miserablemente el tiempo en este ridículo museo de la basura, retomamos e camino hacia la torre blanca. Ésta se iba haciendo grande poquito a poco, según avanzábamos. Muy poquito a poco. Vamos, que parecía que nos iban a dar las uvas y aún así no llegábamos al Turning Torso de las narices. A mí me recordaba a un enorme dedo corazón estirado hacia nosotros. Cuando llegamos, miramos arriba hasta que nos dolió el cuello. Concluimos que la torre parece una polla, y puerta. Puto Calatrava.



El turista, ¿es siempre idiota?


Eso sí, llegar hasta el Turning Torso nos permitió acercarnos a uno de los barrios más interresantes de Malmö: el Västra Hamnen, un enclave lleno de arquitectura moderna y edificios futuristas en el que todo funciona gracias a las energías renovables. Esta es la zona en la que los ricachones suecos alquilan pisos de lujo para veranear. Tiene unas vistas portentosas a la costa. Desde aquí pudimos ver, en la lejanía, el famoso Puente de Öresund, que desde 2000 conecta Malmö con Copenhague y gracias al cual se puede llegar a Suecia en coche desde la Europa continental. Al día siguiente lo usaríamos para visitar la capital de Dinamarca.







BARRIOS BUCÓLICOS Y LA TIENDA VINTAGE

Dejando atrás este vistoso barrio, nos dirigimos al centro de nuevo. Por el camino se pasa por el aún en activo mercado tradicional de pescado, en el cual los pescadores venden su mercancía en casetas numeradas pintadas de rojo llamadas Fiskehoddorna (que significa… “casetas de pescado”. Uh).



Como yo era el guía, todos me culparon por el olor a pescado que arrastramos durante el resto del día. Oh, qué ripio más majo me acaba de salir.


Pasando un par de parques, muy monos ellos, llegamos a los barrios antiguos. Como todo en Suecia, se conservan maravillosamente bien. Esta zona de edificios de colorines con tejados bajos marca un contraste muy interesante con respecto al barrio moderno que dejamos atrás. Incluso en invierno, las calles de esta zona tenían un ambiente cojonudo, llenas de gente dispuesta a dejarse su dinero en las tiendas y restaurantes que proliferan por doquier.






Esa es otra cosa: Malmö es una ciudad ideal para aquellos a los que les guste ir de compras. El caso es que tiene tiendas para todo. Las avenidas principales están abarrotadas de tiendas de ropa de diseño, mientras que los barrios más clásicos se caracterizan por sus establecimientos de artesanía, diseño de muebles y variedades. Servidor se topó con una tienda Vintage llena a rebosar de cómics, discos de todos los géneros y demás parafernalia underground. Los que me conozcan comprenderán por qué mojé el bajo de los pantalones en aquel momento. Me llevé a casa un disco con los mejores temas de Motörhead por sólo seis euros de nada.





Es muy difícil describir esta zona de la ciudad con palabras, y las fotografías no hacen justicia al ambiente que se respiraba, un ambiente que te animaba a seguir moviéndote y haciendo cosas. Por la noche, la plaza principal Lilla Torget se anima con un montón de terracitas en la cuales la gente se sienta a tomar una cañita a la luz de los calefactores que suelen ponerse en Suecia para que la gente no pase frío fuera de los bares. No, nosotros nos fuimos a una discoteca a perrear, faltaría más.

En definitiva, Malmö sorprende como una ciudad que resume a la perfección el espíritu escandicool que ando buscando en mis andanzas: una ciudad que combina estupendamente lo viejo y lo nuevo, en la cual debe ser imposible aburrirse vista la enorme variedad de ocio que hay disponible. Un lugar muy apropiado para pasar una temporada de vacaciones.

En la próxima entrega, cruzamos el Puente de Öresund. Nuestro destino: Copenhague.



Antes de partir nos volvimos a meter en un McDonald’s. Yo, convencido de la superioridad moral de Burger King, fui al susodicho más cercano, me agencié una cheeseburger y volví al McDonald’s a comérmela con mis amigos. Y luego dejé el envoltorio allí. Jodeos, malditos corporativistas.


[Escuchando: (We Are) The Road Crew, de Motörhead]
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