lunes, 11 de enero de 2010

DE VUELTA AL FRÍO (primera entrada de la década después de hacer mucho el vago)




Este muñeco de nieve lleva un mes aquí, y seguirá aquí otro mes más. Luego cobrará vida y nos devorará a todos, lentamente. De nada.


Ha pasado mucho tiempo, jóvenes lectores. Esta vez el retraso ha sido de dos semanitas; no voy a poner ninguna excusa, ya que a fin de cuentas las vacaciones están para tocarse las narices. Ahora vuelvo al curro.

He pasado quince días en España, visitando a mi familia, amigos y gato. De mi estancia allí, nada destacable, aparte de la confirmación de que mis compatriotas son, efectivamente, mucho más ruidosos que los escandinavos y de que no hay nada como una ración de rabas con cebolla junto a una buena cañita. He dedicado las navidades básicamente a ponerme como el quico a cordero, cava y turrón. Dado que os interesa más bien poco todo lo que no tenga que ver con Escandinavia, lo vamos a dejar ahí.

Lo bueno viene cuando toca volver.






Todo el mundo sabe que en España ha habido una ola de mal tiempo estas navidades (menos en Cantabria, juo, juo, juo), con lluvia y bajas temperaturas. Cuando marché del aeropuerto de Santander, el termómetro marcaba 5 grados; bastante frío para el españolito medio.

Según mi avión estaba descendiendo sobre Estocolmo, el piloto se puso a comentar por radio las condiciones en las que se encontraba la ciudad: temperatura media, -18 grados.







Me cago en las bragas de Chanquete. A ver, en España puede hacer frío. Puede incluso hacer mucho frío, puede que incluso baje de dieciocho bajo cero. Pero sigue siendo incomparable a lo que hay por aquí.

Aquí está lo que yo llamo El Frío.

El Frío es mucho, mucho más que bajas temperaturas. El Frío es un ser pensante con conciencia propia, voluntad, deseos y DNI. Sólo se presenta en Suecia. Y últimamente me sigue constantemente. Cuando abrí la puerta de salida del aeropuerto de Arlanda para coger el autobús, El Frío estaba allí para recibirme; me sacudió dos hostias en cada mejilla, dijo amablemente “bienvenido a Suecia” y me pasó un brazo helado por el hombro para acompañarme al autobús. El Frío es así de campechano: te recibe con un par de tortazos, te sigue muy pegado y luego te despide con una palmada en la espalda que parece prometer que siempre estará allí cuando vuelvas a salir.



Como consecuencia, aquí todo está congelado. Menos las ardillas. Algún día nos matarán a todos, si no lo ha hecho ya el muñeco de nieve de la foto número 1.


En el Campus estamos a -25 grados, y si no te descuidas puedes hundir la pierna hasta la rodilla en la nieve. Todo el país está helado, y los lagos son invisibles bajo la capa de nieve. Nevó hace dos semanas, y no se ha derretido ni un solo copo. Hace más frío fuera que en el congelador. El sol apenas asoma por el horizonte, dejando sombras larguísimas, cielos azul eléctrico, horizontes blancos y prematuros atardeceres en llamas. Sólo aquí se puede escuchar el silencio.





Todo esto es muy bonito. Lo que no fue tan bonito fue el viaje.

Todo el mundo sabe lo puntuales que son estos suecos: los trenes no son una excepción. Esto viene a colación de que, al volver del aeropuerto de Arlanda el autobús tardó tanto en llegar a la estación de trenes (por culpa de la nieve) que perdí el tren por cinco minutos. Mierda, si es que habría que haberme visto corriendo por los mil andenes de la estación, jadeando y recitando de corrido a toda la corte celestial en fila india. Y lo peor de todo es que el segundo tren que tuve que coger sí se retrasó, hora y media para ser exactos (otra vez por culpa de la nieve), y para cuando llegó yo ya había perdido los pocos dedos de los pies que me quedaban.

Lo que más me jode es que, si hubiera pagado tres pavos más para coger el tren directo desde el aeropuerto, hubiera llegado seguro.

Después de semejante viaje de mierda, el autobús me dejó finalmente delante de mi casa en el Campus Futurum. Mientras El Frío me acompañaba hacia la puerta, y al tiempo que esquivaba los enormes montones de nieve con las gafas empañadas, miré la luna de Karlstad, por alguna razón bastante más grande que la de España.

Y pensé: oh mierda. Estoy en casa.

Feliz año nuevo a todos.




Ahora escuchando:

6 comentarios:

Natxo Pistatxo dijo...

¿Qué pasa contigo, enfermo?

¿Con qué en Cantabria no ha habido una ola de frío como en el resto de España? Me cago en tus muertos ficticios, macho, la puta ola de frío que viene de tu puto país de acogida me cago en tus putos muertos ficticios de nuevo. Tu y tu puto Frío. ¿Sabes qué? No necesito conocerlo, pero te empeñaste en presentármelo tu y tu puñetera cordialidad de mierda.
Pues me cago en los $%&/~€¬|!@# y los jodidos puntos de exclamación.

A propósito, en realidad solo quería decirte que se te puede votar woo y boo a la vez, controla eso porque veo a una pandilla de trolls con colmillos y vudú que se frotan las manos con el asunto (y las arpías ni te cuento).

PD: Por si hay algún lector perdido, crédulo o amigo del Señor Frío que sepa que todo esto es una puta y jodida broma que solo mi amigo Willy y todo el que se haya leído esto y viva en España en estos momentos podría entender.
Gracias.

Guillermo García Lapresa dijo...

Tener trolls equivale a confirmar que el blog tiene popularidad, de modo que ni tan mal.

Unknown dijo...

Por cierto, Willy, he encontrado esto sobre los policías suecos.
http://www.gran-angular.net/detencion-a-lo-sueco/2010/01/14/#more-12388

¿se confirma entonces que el indice de delincuencia en Suecia es el más bajo de Europa?

Natxo Pistatxo dijo...

Y por cierto, no quiero ser pesado, pero entonces no sirve de nada el abuchómetro ese, si sus resultados no son fiables. ¿O te vas a hacer el sueco?

Guillermo García Lapresa dijo...

Pero bueno, si en Suecia te detienen por estar pedo en la calle.

Natxo Pistatxo dijo...

Que chungos sois los suecos!

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